Conciertos para piano 3º y 5º de Beethoven

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Mientras escribo eso suena el primer movimiento del tercer concierto para piano ¿o es más correcto decir el concierto número tres? de Beethoven, versión de la filarmónica de Berlín, dirigida por Karajan y al piano Alexis Weissenberg. He leído mucho bastante sobre la versión. Para quién no conozca demasiado el tema de las versiones en el mundo de la música clásica, debe saber que una misma interpretación puede ser quasi canónica, para unos, o un absoluto disparate para otros. Mis conocimientos musicales son limitados. No soy un absoluto ignorante, llegué a estudiar solfeo e instrumento, guitarra, pero hace tanto tiempo que abandoné ambas cosas, mis hermanos, ateos estuvieron a punto de ir a la iglesia más cercana a poner una vela en agradecimiento por abandonar mis intentos con la Iberia de Albéniz, aunque ya se sabe, la crueldad es el primer placer que experimenta el hombre, como decía Nietzsche, y en casa era un “talent show” en la materia. Sobre esta versión me quedará siempre en la memoria el comentario de alguien a quién perdí hace mucho tiempo la vista pero mostraba un conocimiento enciclopédico en la materia: “el brío de Karajan choca con la frialdad de Weissenberg”. 

Para mí siempre será la versión. La historia es muy simple. Trabajar de reponedor en verano en el Pryca, lo de Carrefour quedaba para Francia y Portugal, significaba tener al alcance, aunque no fuera la sección en la que me dejaba la espalda, las cajas llenas de discos compactos a un precio muy barato con cierta ventaja sobre el cliente común. Primaba lo ecléctico. Desde discos de rancheras de Rocío Dúrcal, refritos discotequeros, algún concierto pirata de bandas de hard rock o versiones de las cuatro estaciones de Vivaldi por orquestas desconocidas de Checoslovaquia, quedaba tiempo para la República Checa y Eslovaquia. También había las series baratas de Deutsche Grammophon, la versión de Karajan con René Kollo y mi adorada Christa Ludwig de La canción de la tierra de Mahler   forma parte del territorio emocional y de búsqueda del conocimiento de mi juventud. Pero hete ahí, me encuentro un compacto de EMI con el tercer y el quinto concierto para piano de Beethoven. La foto, un tanto kitsch, corresponde a la estética dictada por el director salzburgués, si hacemos caso, a sus pies, al gran Sviatoslav Richter en el documental Enigma, en el que explica la obsesión de Karajan por el documento gráfico durante la grabación del triple conciertode Beethoven, donde nada más y nada menos dirigía a la santísima trinidad soviética, en lo tocante a la música clásica: David Oistrakh al violín, Mstislav Rostropóvich al chelo y Richter al piano.
Fue llegar a casa y quedarme encandilado con la grabación. La fuerza de la sección de cuerda es mi sordo de Bonn, hasta el día en que descubrí a un tal Wilhem y su grabación de la novena del año cincuenta y cuatro en Lucerna. Pero eso es otro cantar. Es como la primera novia. Puede que no fuese la más guapa, la más lista, pero fue la que te enseñó a querer y a amar, en este caso a un sordo gruñón alemán.


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